El arquitecto Héctor Ruiz Velázquez y Casa Decor
Con una energía apabullante, no menos que su currículum, el arquitecto puertorriqueño Héctor Ruiz-Velázquez, afincado en España desde hace más de veinticinco años, nos habla de sus trabajos en Casa Decor con el mismo entusiasmo con que, en su día, los proyectó. Han pasado casi veinte años desde su debut de la mano de la firma Grohe, pero Héctor ya venía con las alforjas llenas.
Casa Decor & Héctor
Antes de que sus trabajos en Casa Decor trascendieran en prensa, ya había hecho la fachada y el auditorio de la edición de 2003, uno de sus mejores proyectos, con apenas tres mil euros de presupuesto, realizado con cajas de Mahou y una colección privada de lámparas hechas con utensilios de cocina.
Pero no fue hasta la presentación de la cocina futurista de Whirlpool, en 2005, que su nombre empezó a brillar con luz propia. La vivienda rompía parámetros y estándares, al desarrollarse dentro de una especie de cueva, realizada a base de mallas de lamas de madera. El aspecto futurista del espacio se suavizaba con la calidez de la madera curva, que envolvía al visitante en un inusitado elemento embrionario, atávico y recogedor.
Los paramentos curvos y la ausencia de ángulos se evidenciaron por primera vez en esta ocasión, como uno de los recursos característicos que ha marcado su personalidad arquitectónica.
Ese año también estuvo presente en Casa Decor Barcelona, con la Casa Origami, donde repetía con la firma Whirlpool. También participó activamente en Casa Decor Miami, un espacio de 900 m2, en colaboración con el ICEX, y en el que se exhibieron mobiliario y complementos de cincuenta y cinco firmas españolas.
La respuesta de su impactante trabajo no se dejó esperar. Al año siguiente, 2006, Héctor y la firma Cadillac se presentaron con un proyecto igualmente sorprendente: un garaje estilo años 50, en donde rescataba la estética de este icono automovilístico, de picos volados y líneas puntiagudas, para presentar su nuevo modelo de coche, un utilitario de menor tamaño, pero no menos lujoso, que se incorporaba a la vivienda como un elemento más, en clara competición con el reinado del sofá.
Nuevamente las curvas redondearon un espacio-cueva que no tenía luz, y para el que se utilizaron materiales reflectantes, como la cerámica y el metal, que multiplicaban la escasa iluminación.
Sin embargo, si hay un proyecto al que Héctor tiene especial cariño es el bar que realizó conjuntamente con la firma de whisky Glenfiddish, en 2007. Era un espacio difícil, oscuro, alargado y parte del recorrido del visitante. A pesar de ello (o precisamente por ello), Héctor resumió en él todas las experiencias sensoriales que debe de representar la buena arquitectura. No había nada gratuito ni puesto al azar.
Todo remitía a los sentidos, que activaban sensaciones pasivas y activas, desde el olor a barrica de roble, hasta el tacto de la arena de playa pegada al cristal de las mesas. La tonalidad ámbar que envolvía sutilmente el ambiente, y que embellecía caras y muebles, remitía, una vez más, al estado primigenio del hombre, a esa cavidad embrionaria donde nunca antes ha estado tan a gusto.
El loft de ASCER
Después del mini-apartamento en curva y la magnífica cocina de KitchenAid, de las ediciones de Madrid y Barcelona, respectivamente, de 2009, vino el loft de ASCER de 2010.
Un ejercicio de estilo depurado, donde demostró que la cerámica no es un material destinado al uso exclusivo de baños y cocinas, sino un revestimiento versátil y maleable aplicable a cualquier elemento de una vivienda: suelo, paredes, techos, armarios, camas… Todo es susceptible de ser realizado con cerámica.
Pero hacer una vivienda de cerámica en 50 m2, donde todos los espacios estaban comunicados visualmente y en la que los metros se multiplicaban a base de diferentes alturas, no fueron las únicas innovaciones del loft de ASCER. El sistema de montaje en seco, con piezas grapadas entre sí, permitía desmontar la vivienda, transportar el material y volverlo a montar.
Así, cualquier material cerámico utilizado en una casa puede ser rescatado y recuperado a partir de este sistema, que dice adiós al alicatado tradicional, para dar una alternativa al reaprovechamiento de los materiales, una solución más económica y, desde luego, más sostenible.
Ruiz-Velázquez y Ford
En 2015, empieza la colaboración de Héctor Ruiz-Velázquez con la compañía automovilística Ford. En esa edición, el arquitecto sería el encargado de diseñar el espacio donde se presentaría el nuevo Ford Vignale: el hall del edificio de La Palma, 10. Sus características líneas curvas y un blanco absoluto definían el espectacular escaparate.
En Casa Decor 2016, Héctor transformó una zona del gran patio interior de Casa Palacio Atocha 34 en el espacio ideal para presentar las novedades de la línea «Premium Vignale», de Ford. El espacio «Ford Vignale Pavillion«, dominado por el color blanco, se componía de una estructura curva de lamas de madera.
El espacio «Ford Vignale Experience» fue, sin lugar a dudas, una de las propuestas más vanguardistas de Casa Decor 2017. El arquitecto recreó la línea del automóvil con espejos de aumento que, gracias a un juego de luces, simulaban la velocidad. Además, a través de un juego de espejos en paredes enfrentadas, el proyecto hacía un guiño a la cadena de montaje inventada por Hernry Ford en los años 20.
Ese mismo año, recibió el Premio de Honor Extraordinario Casa Decor 2017 por su creatividad en el diseño de espacios conceptuales.
Más allá de las curvas
Detrás del Héctor que conocemos en Casa Decor, se esconde indisimuladamente un activista de la arquitectura que no niega ni reniega de ninguno de sus proyectos pasados y, mucho menos, futuros. Al contrario, todos son fuente de inspiración.
En su dinámico historial, cuenta con la realización de restaurantes, como Cubic Pop Up, Boho Bar, Foster Hollywood o Ribs, cuya experiencia le ha permitido abrir sus propios establecimientos, Marco di Luca y SteakHouse, donde hizo «un completo», desde el interiorismo hasta el diseño gráfico de los menús.
También muy activa ha sido su participación como arquitecto invitado en varias ediciones de la feria Hábitat de Valencia, y realizó un diseño industrial para diferentes firmas como Saloni.
Gracias a su potente verbalidad y a un discurso muy bien ensamblado, no es extraño que lo reclamen para dar clases magistrales en Madrid, Colombia o Dubai.
A pesar de la diversidad de proyectos, todos ellos se rigen por un principio básico sobre lo que debe ser y hacer la arquitectura: comunicar.
Cualquier tipo de arquitectura, funcional, artística o conceptual, debe ser un envoltorio que comunique y venda algo, ya sea un servicio, un producto o una idea.
Todo proyecto ha de tener un trasfondo, una teoría, un camino que vaya hacia algún objetivo. «Antes de tirar una raya, lo primero que hago es un escrito. Escribo la idea, el concepto… después, el dibujo.» Frase que resume una forma de ser y pensar, más que una manera de trabajar.