Dorothy Draper, pionera en el diseño de interiores
Con un talento innato y una audaz visión emprendedora, Dorothy Draper (1889-1969) fue una de las primeras diseñadoras de interiores que, junto a sus coetáneas Elsie de Wolfe, Eleanor McMillen Brown y Ruby Ross Wood, establecieron las pautas para convertir la decoración y el diseño de interiores en un servicio profesional, tal y como lo conocemos en la actualidad.
Ella fue la primera en «profesionalizar» (y revolucionar) la industria del diseño de interiores con la creación, en 1923, de la primera compañía de diseño de interiores en Estados Unidos –Dorothy Draper & Company– algo que hasta ese momento no se conocía, y también en una época en que se consideraba inaudito que una mujer sacara adelante un negocio por sí misma y que, además, fuera rentable.
Considerada como la gran dama de la decoración estadounidense del siglo XX, su nombre fue referencia indiscutible durante tres décadas (entre los años 30 y 60). Su peculiar sentido estético, plasmado en llamativos y audaces interiores, revolucionó el concepto de «diseño» al romper con los estilos históricos, en unos años en los que la decoración se limitaba a las «habitaciones de época» que dominaban el trabajo de sus predecesores y contemporáneos. En palabras de Carleton Varney, colaborador y actual presidente de la compañía, «ella se encontró un mundo que era gris y monótono y lo hizo colorido».
Dorothy Draper, originalmente Dorothy Tuckerman, nació en el seno de una familia de la alta sociedad neoyorkina. Creció en Tuxedo Park, una de las comunidades más exclusivas del país. Para Draper su linaje era muy importante y beneficioso para sus intereses, ella era «una Tuckerman» y así se lo hacía saber a todo el mundo (su bisabuelo fue uno de los signatarios de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en 1776), pues eso le permitía participar en círculos sociales donde su trabajo era admirado y solicitado.
Durante su infancia y adolescencia, anualmente viajó con su familia a Europa. Estos viajes despertaron su gusto por la decoración y le permitieron aprender de primera mano sobre estilos históricos, los mismos que años después desafiaría con sus propuestas exuberantes, coloridas e innovadoras.
Antes de que se convirtiera en una empresa y una marca propias, Dorothy recorrió el camino de debutante que se esperaba en una señorita de la alta sociedad neoyorquina. En 1912, cuando tenía 23 años, Dorothy se casó con George «Dan» Draper, compañero de infancia de Franklin Delano Roosevelt. Una década después de su boda, el doctor Draper se convirtió en el médico personal de FDR. Los Drapers, que tenían tres hijos, se fueron a vivir muy cerca de Franklin y su esposa Eleanor, prima lejana de Dorothy, en un enclave del Upper East Side casi tan exclusivo como el Tuxedo Park.
Aunque para entonces, Dorothy Draper ya era conocida en su círculo social por la intervención decorativa realizada en su primera casa, un inmueble sombrío y húmedo con un patio trasero sin sol. Su espíritu inquieto y sus ganas de vivir con luz, vegetación y flores, «DD», como se conocía a la casada Dorothy, decidió hacer algo al respecto.
Extendió la planta baja de la casa de piedra rojiza para abarcar todo el patio, convirtiéndola en una gran sala de fiestas con capacidad para un par de cientos de invitados, y colocó un jardín con un soleado porche techado. Era una solución arquitectónica que nadie había pensado hacer. Llamada «Upside Down House» (La Casa al revés), fue elogiada por sus amigos que comenzaron a pedirle ayuda con sus propias casas.
De esta forma comenzó su afición amateur como decoradora. Siendo quienes eran sus amigos, la élite de la época, Dorothy vio la oportunidad de hacerse un nombre y ganar dinero con la decoración. En aproximadamente una década, en 1925, convirtió esta habilidad para el diseño de interiores (y su voluminosa libreta de direcciones de arquitectos, contratistas y artesanos) en una empresa que podría llevar desde su casa, llamada Architectural Clearing House, renombrada más tarde como Dorothy Draper&Company, una especie de agencia de intermediación entre profesionales y mujeres de la alta sociedad que querían renovar sus hogares y traer luz y color a sus interiores.
En poco tiempo adquirió fama y prestigio como diseñadora de interiores de la élite neoyorquina. Sin embargo, «DD» no quería verse restringida por el gusto caprichoso y exigente de sus clientes, por lo que comenzó a buscar espacios en los que otros decoradores del momento no estaban interesados, espacios que la mayoría de las personas pasaban por alto, espacios que definitivamente la convertirían en la decoradora, además de empresaria, más famosa de Estados Unidos, realizando el diseño interior de edificios públicos, entre ellos los restaurantes, hoteles y resorts más importantes de Estados Unidos.
Allí pudo dar rienda suelta a su estilo más personal «el barroco moderno» inventado por ella. Un estilo que dejó de lado el aspecto pesado de los interiores victorianos y trajo un toque de colores claros a los espacios. Basado en una mezcla de tonos vibrantes y pomposos en combinaciones hasta entonces imposibles.
Rosas frescas y modernas en tonos pastel con verdes brillantes y azules en polvo, con toques de turquesa o, una de sus mezclas favoritas, blanco mate y negro brillante. Una espectacular gama de colores que combinaba con elementos arquitectónicos barrocos clásicos como espejos dorados tallados pesados, chimeneas adornadas y arquitrabes moldeados. «DD» utilizó la yuxtaposición de estos dos estilos con tal precisión estética que se convirtió en algo natural verlos combinados.
En 1928, el magnate inmobiliario Douglas Elliman, le ofreció su primer proyecto de espacio público decorando el vestíbulo de un nuevo hotel residencial, llamado The Carlyle. La decoración que ella concibió era llamativa pero elegante, con espejos y candelabros a gran escala, columnas de mármol y bustos clásicos, y un piso de tablero de ajedrez grande y llamativo de mármol blanco y negro.
A este primer trabajo le siguió la renovación de una fila de edificios de apartamentos en Sutton Place (1934) que nadie quería alquilar. Inspirándose en las elegantes casas de Dublín, pintó los edificios de ladrillo de color negro con ventanas y puertas blancas en colores brillantes, y envolvió los pasillos con papel pintado floral y alfombras para alegrar los espacios interiores. Lo que había sido gris ahora era chic. Pronto, los apartamentos fueron alquilados por un precio cuatro veces mayor del original. Y en compensación, por una renta reducida, «DD», ya divorciada, y su hija menor se mudaron a uno de los apartamentos, cuyas paredes y techo pintaron de azul celeste.
Una férrea confianza en sí misma, tanto como su gusto, le dio la capacidad para tomar el control en los proyectos hoteleros para los que era contratada: desde la decoración del establecimiento, pasando por el diseño de los menús, las cajitas de cerillas o los uniformes del personal. En esta época, el nombre de Dorothy Draper era sinónimo de decoración.
Entre sus proyectos más afamados se encuentran la decoración interior del hotel Gideon Putman de New York (1934); el majestuoso restaurante del Metropolitan Museum, bautizado como el Dorotheum en su honor; el Hampshire House en Nueva York y Boston (1936), el restaurante Camelia House de Drake Hotel en Chicago (1940); The Quitandinah Palace & Casino Resort, en Petrópolis, Brasil (1944); el Essex Hotel, en Nueva York (1954).
Gran parte de su trabajo ha sobrevivido hasta nuestros días, en los vestíbulos de edificios de apartamentos, hoteles y, por supuesto, en el legendario y majestuoso resort Greenbrier, en el estado de Virginia occidental, quizás su obra maestra. Allí se encuentra la habitación The Victorian Writing Room, famosa por ser durante mucho tiempo la sala más fotografiada de los Estados Unidos.
Pero Dorothy Draper no se detuvo en la decoración de casa y espacios hoteleros. En la década de 1950, «DD» exploró nuevas fronteras del diseño. Creó líneas de muebles –hoy editados por Kindel– y colecciones de telas exclusivas y papeles pintados para sus clientes. También equipó interiores de aviones para Convair y TWA, interiores de automóviles para Packard y Chrysler, incluido un camión con lunares de color rosa, y envases de cosméticos para Dorothy Gray. Al mismo tiempo, también diseñaba teatros, grandes almacenes, oficinas corporativas, además realizaba diseños residenciales para las casas y apartamentos de figuras prominentes (y muy ricas) de la sociedad de la época.
A pesar de su creciente lista de clientes en la década de 1930, «DD» también logró encontrar tiempo para realizar un consultorio de diseño en la revista Good Housekeeping y escribir libros de decoración. ¡Decorar es divertido. como ser tu propio decorador! publicado en 1939, es un inteligente manual de autoayuda para amas de casa inseguras. No seas esclava de la tradición o del gusto de tu suegra. «Si se ve bien, ¡está bien!», fue la máxima que compartió con sus seguidoras. Pinta el techo, cuelga tus propias cortinas y llena el espacio con lo que amas. La primera regla de la decoración, escribió en mayúsculas, era «VALOR», seguida de color, equilibrio, «accesorios inteligentes» y comodidad. Su consejo fue sabio y pro-feminista: «Tu hogar es el telón de fondo de tu vida, ya sea un palacio o un apartamento de una sola habitación, honestamente debería ser la tuya, una expresión de su personalidad». Dos años después, publicó ¡El entretenimiento es divertido!, un manual para aprender a se la perfecta anfitriona.
Al final de la década de los 50, los cambios en el gusto y los negocios comenzaron a erosionar la primacía de Draper a ojos del público. Los arquitectos se apoderaron de los interiores de sus proyectos, mientras que el minimalismo se adoptó como un estilo, especialmente para espacios comerciales. En poco tiempo, los interiores únicos provistos por Draper estuvieron pasados de moda.
En 1962, el diseñador Carleton Varney se unió a Dorothy Draper & Co. Varney, protegido de Draper, ha continuado con el legado de la compañía de proporcionar diseños para grandes hoteles, hospitales y edificios públicos, incluido el Castillo Dromoland en Irlanda, las Torres Waldorf en Nueva York y el exquisito resort Greenbrier.
La decoración, que comenzó siendo un pasatiempo para Dorothy Draper, se convirtió en un medio de autoafirmación y en un camino hacia la fama y la fortuna. Y en el camino ella cambió para siempre el estilo americano. Se podría decir que «DD» le dio un New Look: uno que era optimista y original, con un sutil toque de arrogancia.
En 2006, Draper fue homenajeada con su propia retrospectiva en el Museo de la Ciudad de Nueva York, siendo la primera vez que un museo importante presenta las obras de una decoradora de interiores. Aunque murió en 1969, la exuberancia y la confianza que impregna su trabajo aún es muy valorado. Hoy, el «toque Draper» ha sido y es motivo de inspiración para los interioristas.