Del Prado Viejo al Sir Agustín: siglos de historia en el corazón de Madrid

En pleno corazón de Madrid, el Palacio del Marqués de los Vélez y Conde de Niebla abrirá sus puertas para acoger Casa Decor 2026, la exposición que nuevamente reunirá las últimas tendencias en interiorismo y decoración, gracias a la colaboración de Sircle Collection y Take Point, actuales propietarios del edificio.
Como explica el historiador Rubén Pérez Eugercios en su «Estudio histórico del inmueble situado en la calle San Agustín 11 con vuelta a la calle Cervantes«, esta joya arquitectónica se comprende de verdad al observar el entorno que la rodea: un paisaje urbano que ha cambiado de manera radical desde que el Prado Viejo era apenas un conjunto de huertas y praderas al sur de la villa, hasta convertirse en un eje cultural, científico y social de la capital.



De Prado Viejo al Salón del Prado: la transformación del paisaje urbano
Hace más de cinco siglos, el área que hoy conocemos como Paseo del Prado era conocida como el «Prado Viejo», un territorio abierto de huertas, caminos rurales y prados que se extendía al sur de la ciudad. Con la llegada de los Reyes Católicos, la instalación de conventos como el Monasterio de San Jerónimo el Real y la consolidación de la Corte en Madrid en 1561, la zona empezó a adquirir relevancia estratégica: no era solo un espacio verde, sino un escenario de actos oficiales y residencia temporal de la monarquía.
Durante el reinado de Felipe IV, la construcción del Palacio del Buen Retiro y sus extensos jardines transformó el Prado en un espacio de ocio, prestigio y ostentación. La nobleza madrileña siguió su ejemplo: los Duques de Medinaceli y los Condes de Monterrey levantaron casas-jardín que combinaban residencia y representación social, creando un paisaje urbano elegante y jerarquizado.


Carlos III, la Ilustración y la modernización urbana
Con la llegada del siglo XVIII y la dinastía Borbónica, Madrid experimentó un cambio de mentalidad que afectó al Prado. Bajo el reinado de Carlos III, ministros como el Conde de Aranda y el Conde de Floridablanca impulsaron la transformación del paseo en un espacio urbano moderno, conocido como el Salón del Prado. Un lugar donde el poder, la cultura y la vida social se entrelazaban, y que por su proximidad a conventos, palacios y al Retiro era codiciado por la nobleza y la alta burguesía.
En 1767, José de Hermosilla canalizó el arroyo que atravesaba la zona, pavimentó caminos y organizó la instalación de fuentes monumentales como Cibeles, Neptuno y Apolo. Se plantaron alineaciones de árboles que definieron los tramos del futuro Paseo del Prado y se consolidó un eje urbano ejemplar.
Juan de Villanueva proyectó, en 1785, el Gabinete de Ciencias Naturales, hoy Museo del Prado, así como otros edificios vinculados a la ciencia y la cultura, como el Jardín Botánico, desde donde partieron las expediciones botánicas que exploraron los territorios de ultramar y reunieron un increíble tesoro científico que se conserva en su archivo, y el Real Observatorio Astronómico, situado en la llamada Colina de las Ciencias.


Desamortización y consolidación de la nobleza urbana
El siglo XIX fue convulso. Durante la ocupación napoleónica (1808-1814), tropas francesas saquearon palacios, conventos y jardines, alterando la fisonomía del Prado. Tras la retirada de los franceses, la monarquía y la nobleza tuvieron que reorganizar sus residencias y reconstruir espacios dañados.
La desamortización de Mendizábal en 1836 liberó terrenos de conventos y monasterios, convirtiéndolos en solares edificables y transformando el tejido urbano. El convento de San Antonio del Prado, solar del futuro Palacio del Marqués de los Vélez, se parceló y vendió, integrándose en un barrio en pleno auge cultural: el actual Barrio de las Letras. La nobleza, afectada por la pérdida de ingresos tradicionales, adaptó sus residencias a un urbanismo más concentrado y funcional.
La boda del rey Alfonso XII en 1878 evidenció la importancia social del Prado: para alojar a invitados internacionales se consolidaron hoteles de lujo como el Ritz y el Palace, que actuaron no solo como hospedaje, sino también como centros de sociabilidad y representación de la alta sociedad. En este contexto, entre 1885 y 1895, se construyó el Palacio del Marqués de los Vélez y Conde de Niebla, proyectado por Alonso Álvarez de Toledo y Caro, consolidando la presencia aristocrática en un Madrid que combinaba tradición y modernidad.



Del palacio histórico al Sir Agustin
A finales del XIX y comienzos del XX, el derribo de lo que quedaba del Buen Retiro permitió consolidar el parque tal como lo conocemos hoy; los Jerónimos se transformaron en un barrio residencial de élite; la Puerta de Alcalá actuaba como entrada ceremonial; y el Prado se afirmaba como eje cultural gracias al Museo del Prado, la Biblioteca y otras instituciones científicas.
Durante el siglo XX, la expansión urbana y el aumento del tráfico transformaron su carácter residencial, aunque los hoteles de lujo, museos y palacios adaptados a usos culturales mantuvieron la relevancia del barrio.

«Paisaje de la Luz»
En 2021, la UNESCO reconoció el Paseo del Prado, el Retiro y los Jerónimos como «Paisaje de la Luz«, destacando su continuidad histórica como eje de artes, ciencia y cultura. Desde entonces, el Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid ha desarrollado distintas actuaciones para proteger, investigar y dar a conocer este enclave único, articulado como un paisaje cultural urbano excepcional.
Hoy, el Palacio del Marqués de los Vélez se prepara para una nueva vida como hotel boutique de lujo. La propiedad es compartida entre Sircle Collection y Take Point, quienes lideran la rehabilitación del edificio para crear el Sir Agustin, con 33 habitaciones, un restaurante y The Cover, el club privado de Sircle Collection. La reforma restaurará elementos históricos e incorporará intervenciones contemporáneas, respetando la esencia del palacio y ofreciendo un espacio emblemático donde se mezcla historia, diseño y creatividad, y que el público podrá descubrir durante Casa Decor 2026.


