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BLOG: LA CASA SE MUEVE

Leonardo Rucabado, el gran impulsor de la escuela regionalista

29 / 12 / 2020

El edificio de Plaza de Canalejas 3 fue el último proyecto del gran arquitecto cántabro Leonardo Rucabado, que nunca pudo verlo terminado, ya que falleció dos años después de empezar su construcción, con tan solo 43 años.

Rucabado fue una figura muy destacable de la arquitectura española de finales del siglo XIX y principios del XX. En su legado, nos ha dejado hermosas edificaciones, no sólo la Casa de Tomás Allende, sino también chalés, bibliotecas, edificios de viviendas, una biblioteca y hasta un cementerio. Desafortunadamente, no todas ellas han sobrevivido el paso del tiempo.

Nacido en la localidad cántabra de Castro Urdiales en 1875, en el seno de una familia acomodada, estudió el Bachillerato en Bilbao, tras el cual, parte a Barcelona con tan solo 16 años a estudiar ingeniería industrial y arquitectura, formación que completa con estudios en Bellas Artes y Ciencias.

Influencia de la Escuela de Barcelona

En Barcelona, se nutre de las corrientes de los grandes maestros del momento, en especial de Antoni Rovira i Rabassa, Luis Domènech i Montaner, autor de En busca de una arquitectura nacional (1878), obra que ejerció una profunda influencia, y Josep Puig i Cafaldach, arqueólogo e historiador de la arquitectura vernacular. La gran ebullición artística y estética que se vivía en la Barcelona de la época a través del modernismo catalán, pasando por el Art&Crafts, el Art Nouveau y el romanticismo europeo, impregnan en Rucabado un singular interés por los detalles constructivos, con especial énfasis en los decorativos.

El edificio Salvarrey, en Castro Urdiales, edificado en 1901, fue un proyecto de Severino Achúcarro, quien encargó la dirección de obra a Rucabado. De ahí su estilo pintoresco, con influencias modernistas. Ya en estas primeras obras se detecta el sello de Rucabado, por la gran variedad de materiales: sillería, falsa sillería, madera, hierro forjado, etc. En la fachada se encuentran elementos claramente modernistas, como las ventanas circulares, con decoraciones vegetales.

Época de Bilbao (1900-1910)

Tras terminar la carrera, en 1900, entra a trabajar como ayudante en el estudio de Severino Achúcarro en Bilbao. En esta primera etapa profesional, su estilo ecléctico está aún influenciado por el modernismo catalán y otras corrientes. Es a través de Achúcarro, por quien conoce a su gran benefactor, Tomás Allende Gómez, un prominente empresario leonés afincado en Bilbao. Allende fue el promotor del ensanche de Bilbao y del barrio de Indautxu, donde Rucabado realizó varios chalets y palacetes para la familia Allende y la burguesía bilbaína, además de la Iglesia del Carmen y la plaza de toros para el Marqués de Villagodio. A partir de 1903 es nombrado profesor auxiliar de las asignaturas de Física Industrial, Mecánica Aplicada y Tecnología Mecánica, así como Dibujo en la Escuela de Ingenieros Industriales de Bilbao.

Izquierda, palacio de Laiseca (1915), y derecha, chalet de Nicolasa Martínez de la Rica, en Indautxu (1908).
Algunos de los chalés y palacetes que Rucabado proyectó en el barrio de Indautxu, como casas de campo para la familia Allende y la burguesía bilbaína, lamentablemente desaparecidas. Izquierda: Palacio Solaun (1915) y derecha, palacete de José Allende (1916)
La casa de campo de Tomás Allende, hoy conocida como «Chalet Allende», es una de las pocas edificaciones de Rucabado en Bilbao que aún siguen en pie.

La escuela regionalista montañesa 1910-1918

En esta segunda etapa, truncada por su prematura muerte, deja atrás las influencias modernistas y se adentra en un estilo arquitectónico propio, la escuela regionalista montañesa, de la que fue su creador y principal exponente.

Ya en 1907, en el Congreso Nacional de Arquitectos celebrado precisamente en Bilbao, le llama poderosamente la atención la ponencia de Vicente Lampérez, que reivindica la arquitectura regional. A su transformación se suman las lecturas de Amós de Escalante (Casas de montaña, 1871), y los textos de José María de Pereda y Menéndez Pelayo, cuando aún flotaba en el aire el afán nacionalista de la generación del 98 madrileña, que se reflejaba en todas las áreas artísticas.

En 1908 participa en el VIII Congreso de Arquitectos de Viena, donde adquiere el gusto estético del secesionismo vienés, cuya influencia se ve claramente en el Cementerio de Ballena de Castro Urdiales.

La casa de Sotileza, en Castro Urdiales, fue levantada en 1915 para la familia de su mujer, Emma Del Sel. En ella plasma el repertorio completo de la casona cántabra: planta rectangular con torre cuadrada, la portalada, la corralada, el soportal, los aleros volados, los escudos, solanas o miradores, para los que utilizó muy diversos materiales: madera, piedra, ladrillo y hierro.

Rucabado adopta un nuevo lenguaje regionalista y propone una arquitectura propia nacional, evitando la copia de los modelos extranjeros. A partir de entonces, se centra en el estudio y la defensa de la arquitectura montañesa tradicional. Entre 1908 y 1911 inicia una profunda investigación sobre la arquitectura vernacular y emprende una serie de excursiones durante 3 años por Cantabria, en busca de las tipologías arquitectónicas populares, que dibujaba y describía con precisión, como la solana o el torreón medieval, que incluyó en sus nuevos diseños.

Aquellos viajes tuvieron como resultado una gran cantidad de dibujos, ilustraciones y notas de las viviendas y palacios cántabros, la mayoría pertenecientes al siglo XVII y XVIII. Esta investigación le llevó a presentarse, en 1911, al concurso de “La Casa Española” de la Sociedad de Amigos del Arte en Madrid, donde obtuvo el primer premio con el proyecto «Palacio para un Noble en la Montaña». En este proyecto teórico, Rucabado reinterpretaba la arquitectura antigua regional en un afán por crear una nueva versión modernizada de estas construcciones antiguas, como los franceses habían hecho con los chateaux, los ingleses con el cottage y los países centroeuropeos con el chalet.

Divulgación de sus teorías

El éxito cosechado lo consagró como arquitecto regionalista y le ayudó a divulgar los principios básicos a través de conferencias y una serie de escritos sobre la arquitectura montañera y tradicionalismo, que también trasladó a sus proyectos de la época. En 1912 fue nombrado Académico de Bellas Artes de San Fernando, y en 1913 obtuvo la medalla de oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1916 participa en el VI Congreso Nacional de Arquitectos con la ponencia “Orientaciones para el resurgimiento de una arquitectura nacional”, en colaboración con el arquitecto sevillano Aníbal González. En este manifiesto desarrolla sus ideales sobre una vía arquitectónica regionalista, no sin polémica por parte de los partidarios del estilo modernista, que veían con recelo la subordinación de la libertad del arquitecto a los cánones de una arquitectura nacional.  Uno de sus críticos y opositores, Torres Balbás, cuestionaba cómo se podía adaptar el lenguaje historicista regional a las imperiosas necesidades de la arquitectura moderna.

La Casa de Tomás Allende

En 1916 Tomás Allende le encarga una nueva construcción, esta vez en Madrid, en la cotizada plaza de Canalejas, ya centro financiero de la ciudad. Para este proyecto, que estaba destinado a viviendas y oficinas comerciales, Rucabado se recrea y despliega todo el repertorio regionalista que venía investigando. El trabajo ornamental de la fachada es rico, ecléctico y exuberante,  con una solana cántabra, grupos escultóricos en piedra caliza (heraldos, escudos, columnas, guirnaldas, leones, emblemas, medallones, veneras, etc.), así como ladrillo visto dispuesto al estilo mudéjar, cerámica de Daniel Zuloaga, rejería de balcones y barandillas de Francisco Torras, y magníficas vidrieras de la casa Maumejean. Fue su última obra, que no llegó a ver finalizada, pero que los arquitectos Ramiro Sanz y Pedro Cabello ejecutaron hasta el final, fiel a su proyecto.

La Biblioteca Menéndez Pelayo en Santander

La otra gran obra de madurez de Rucabado, que tampoco llegó a ver terminada, es la monumental Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, realizada en estilo historicista con motivos herrerianos. A su lado se encuentra la casa-museo del gran escritor y estudioso, construida en 1876. Tanto en esta palaciega edificación como en la Casa de Tomás Allende en Madrid, Rucabado dio un paso más allá, trascendiendo de lo regional a lo nacional tradicionalista en la arquitectura española del momento.

El legado

Leonardo Rucabado no solo fue un gran arquitecto, sino un ferviente estudioso de la historia de la arquitectura y las artes decorativas. Realizó una más que una interesante labor divulgativa a través de múltiples escritos y conferencias, que influyeron en las generaciones posteriores. Javier González-Riancho (1881-1953), amigo y compañero de excursiones, fue su defensor y continuador de sus ideales, que no siempre tuvieron el reconocimiento entre sus compañeros de profesión, ya que sus teorías levantaron encendidas polémicas. No obstante, hoy en día se le reconoce como una gran figura de la arquitectura española del siglo XX y la gran aportación en la recuperación de la arquitectura autóctona y tradicional.

Fuentes: Arquitectura Española del siglo XX. Ángel Urrutia (Cátedra, 1977). Leonardo Rucabado y la Arquitectura Montañesa. Nieves Basurto. Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria – Xarait Ediciones, 1986. Ramón Rodríguez Llera. Annibal González de Riancho Mariñas. http://rucabado.castro-urdiales.net/
Texto: Cova Pendones
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