José Antonio Coderch: Arquitectura al servicio de las personas
José Antonio Coderch de Sentmenat (1913-1984) fue un arquitecto genial, que supo sintetizar las aportaciones del movimiento moderno catalán, con elementos de la arquitectura de Josep Maria Jujol (a quien tubo de profesor en la universidad) y Antoni Gaudí, así como los de la arquitectura internacional. Su trabajo, sin protagonismos, alejado del espectáculo, fue una síntesis introvertida, con raíces profundas en la tradición, en los oficios, alejada del artificio y del éxito fácil.
Hoy en Casa Decor, nos referimos a este eminente arquitecto catalán, a través de algunas de sus obras más conocidas. Sin duda, estamos ante una de las figuras imprescindibles de la arquitectura del siglo XX en España, cuyo nacimiento tuvo lugar un 29 de noviembre de hace ahora 110 años.
Su peculiar forma de absorber el lenguaje moderno y las influencias nórdicas dieron como resultado una arquitectura totalmente personal, pero al mismo tiempo universal y atemporal. En las obras realizadas en ciudad trató de humanizar la geometría de la trama urbana mediante formas curvas que paradójicamente se integraban de forma natural en el lugar. En las viviendas unifamiliares en entornos naturales huyó de grandes bloques monolíticos que se impusieran a la vegetación. Si por algo se caracteriza la obra de Coderch es por el uso de líneas curvas, volúmenes fragmentados y soluciones naturales y tradicionales adaptadas a la medida de las personas.
José Antonio Coderch de Sentmenat nació en Barcelona en 1913, ciudad donde estudió la carrera de Arquitectura; aunque la comenzó en 1931, el intervalo de la Guerra Civil no le permitió terminar hasta 1940. Su labor profesional se desarrolló en los primeros años en Madrid, con Pedro Muguruza y Secundino de Zuazo, y, ya en su propio despacho, a partir de 1942 con Manuel Valls Vergés, su socio y colaborador en la mayor parte de sus proyectos a lo largo de más de dos décadas.
Temprano reconocimiento
En junio de 1949, un hecho concreto, la celebración en Barcelona de la V Asamblea Nacional de Arquitectos y, dentro de ella, la exposición de obras realizadas por profesionales españoles desde el final de la Guerra Civil hasta ese momento, fue el punto de inflexión de su larga carrera, que le llevó a ser conocido más allá del ámbito local hasta situarlo en el primer plano de la arquitectura internacional.
Gio Ponti y Alberto Sartoris, dos figuras italianas de reconocido prestigio, asistieron a dicho congreso como invitados de honor. En un breve discurso ante los asistentes, Ponti expresará con sinceridad encomiable la impresión que la muestra expuesta le produce: «Quiero tener con mis compañeros españoles una confidencia: encuentro entre vosotros incertidumbre y titubeo». Dentro de la atonía general salvará una pequeña obra representada a través de sencillos planos y fotografías, la casa Gartiga-Nogués (1947), una villa construida en Sitges por dos jóvenes arquitectos, J.A. Coderch y M. Valls. La publicación inmediata de este trabajo en la revista Domos (dirigida por Ponti desde 1929), el camino para la arquitectura de posguerra encontró el tímido faro de una nueva identidad en un país dominado por la estética neo-imperial.
Casa Ugalde, Barcelona (1951)
Tras este primer reconocimiento internacional, Coderch y Valls, siguieron trabajando, sobre todo, en la construcción de pequeños edificios unifamiliares, localizados en zonas del litoral catalán, fundamentalmente en Sitges, respondiendo todos ellos al dato compartido de vivienda no permanente. Se tratará de una arquitectura con un evidente apoyo en lo popular, de muros encalados y formas simples que alcanzarán un punto máximo de complejidad y sofisticación en la Casa Ugalde en Caldes d’Estrac.
Calificada como una de las obras más admirables de la arquitectura española de los últimos cincuenta años, la casa está planteada desde un análisis profundo del emplazamiento, como resultado de la evocación del paisaje circundante y de la dura topografía, la vivienda se hace en obra, de forma empírica, y su construcción constituye un nuevo método de trabajo, de búsqueda del proceso de proyecto, como intuyó Alvar Aalto.
Su innovadora planta radial permite la integración del espacio exterior y el interior sin olvidar la captación de la panorámica, en un alarde expresionista y orgánico que debe mucho a la sabiduría de la arquitectura tradicional. Apuesta Cordech, además, por proyectar el interiorismo, que le llevó a una fértil obra como diseñador de muebles y elementos decorativos, que cultivó hasta sus últimos proyectos.
Casa de la Marina, Barcelona (1952)
Conocido comúnmente como ‘La Barceloneta’, por estar ubicado en el barrio pesquero del mismo nombre, este edificio de viviendas del Instituto Social de la Marina, seguramente sea uno de los proyectos más emblemáticos del arquitecto catalán; una expresión de su visión vanguardista en la que demuestra que es posible crear viviendas sociales de alta calidad. El edificio cuenta con 6 plantas que incluyen 12 apartamentos de 72 metros cuadrados, cada uno capaz de albergar hasta seis miembros de una familia.
A diferencia de la mayoría de los proyectos del movimiento modernista en España, este conjunto de viviendas se caracteriza por sus líneas limpias, espacios abiertos y una fuerte conexión con el entorno que lo rodea. La innovación queda también patente en la composición de la fachada. Coderch se sirvió de elementos tradicionales, como las persianas de librillo, pero tratadas con un alto grado de abstracción hasta convertirlas en un icono de modernidad.
Edificio Girasol, Madrid (1966)
Otra de las obras más famosas de Coderch la encontramos en Madrid. Se trata de un conjunto de viviendas ubicadas en la esquina de la calle Ortega y Gasset con Lagasca en el barrio de Salamanca y confirma el interés del arquitecto en diseñar espacios adaptados a las necesidades de sus propietarios en función de los cambios del entorno.
El diseño capaz de aprovechar al máximo la luz diurna, al igual que los girasoles, le valió su denominación. Este aprovechamiento se realiza mediante un giro del eje de cada vivienda hacia el mediodía, calculándose este giro en función de las posiciones favorables y desfavorables del sol a lo largo del día y del año.
La ondulación de las fachadas, en bandas verticales de plaqueta cerámica, las lamas orientables de madera, que permiten a sus habitantes controlar la incidencia del sol y la ventilación interior, muestran una arquitectura insólita en el Madrid de los años sesenta del siglo pasado.
Viviendas Las Cocheras de Sarriá, Barcelona (1968)
Este proyecto de gran envergadura fue el primer encargo de vivienda colectiva al que se enfrentaba Coderch. Se trata de un conjunto de 20 bloques de viviendas alineados y dispuestos en cuatro hileras, con una propuesta de calles-jardín interiores que, gracias a los retranqueos de los edificios alcanzan amplitudes de hasta 40 metros.
Este edificio afianza la filosofía de Coderch de integrar arquitectura con el entorno natural, convirtiéndose en una composición de terrazas, jardines comunitarios y espacios abiertos que permite a sus residentes conectar con el escenario que les rodea en todo momento a modo de extensión del espacio urbano.
Edificios Trade, Barcelona (1968)
Hasta muy avanzada su trayectoria no tuvo Coderch la oportunidad de realizar edificios significativos más allá del ámbito doméstico. Eso sí, en cada oportunidad realizó obras que figuran como referencia dentro de su tipología, como Las Torres Trade cuya ondulación acristalada sigue fascinando hoy.
Son un conjunto de cuatro edificios de oficinas unidas por un basamento de servicios comunes. La respuesta a la ciudad y a la densa vía circulatoria vecina es la de la forma curva, que evita las vistas directas y que crea interesantes espacios intermedios y perspectivas inusuales en la ciudad.
El problema de recubrir de vidrio una superficie curva sin recurrir a tecnologías extremadamente caras y complicadas se resolvió utilizando piezas iguales, perfectamente planas y rectangulares. De esta forma, el convencional muro cortina se transforma en una piel de escamas de vidrio que produce interesantes reflejos y dota de una característica única al conjunto.
Diseñador industrial
Además de arquitecto reconocido, Coderch se adentró en el mundo del diseño industrial, dando vida a mobiliario y elementos que recogen la esencia de su pensamiento, sobre como la arquitectura y los objetos tienen que estar relacionados. Su producción fue corta pero de enorme calidad. De todos ellos, destacan tres piezas que fue utilizando y perfeccionando a lo largo de su trayectoria como arquitecto: la lámpara Disa (1957) y las chimeneas Capilla (1952) y Polo (1955).
Si hay una pieza que ha pasado a la historia del diseño español esta es sin duda la lámpara Disa, también conocida como lámpara Coderch. Una obra sencilla y modesta, que sigue siendo elogiada y admirada sesenta años después de su creación en 1954. Coderch buscaba una lámpara para una de sus casas que diera una iluminación artificial cálida como la que transmiten el fuego en el hogar o la luz del sol tamizada por las persianas.
Con forma de calabaza achatada, está realizada a base de seis láminas muy finas de madera curvada (pino de Oregón) que se unen en un aro en la parte superior e inferior. A esta carcasa externa se añadió otra capa de otras seis láminas de menor anchura y longitud más adentro, más cerca de la bombilla, para impedir que esta quedara a la vista y matizar así de forma más precisa la intensidad de la luz.
El diseño se presentó en 1958 en Zúrich de la mano de Max Bill, gran diseñador y colaborador de la Bauhaus. En 1962 obtuvo el Premio Delta de Oro ADI/FAD y en 1964 el Premio Nacional de Diseño de la República Argentina.
Primeras chimeneas metálicas
En 1950, Coderch inspirado por las chimeneas inglesas, decidió realizar una chimenea de obra en la casa que compartía junto con Leopoldo Milá en Cadaqués. Una vez realizada con materiales de obra y a sabiendas de que la persona que le podía ayudar para realizar un primer prototipo en metal, debido a su experiencia, era precisamente Milá que en aquella época se dedicaba a realizar tubos de escape para las empresas Ossa y Montesa, a quien le enseñó unos bocetos realizados a mano alzada preguntándole si era capaz de realizar la chimenea en chapa de acero, a lo que Milá respondió: por supuesto.
Así nació la chimenea Capilla. Era la primera chimenea metálica fabricada en España. En 1964 fue premiada con un Delta de Oro y hoy en día sigue siendo una chimenea de diseño moderno, totalmente funcional en invierno y una escultura en verano.
A principios de los años 60, José Antonio Coderch fue contratado para la reforma del Real Club de Polo de Barcelona. Como parte de esa remodelación, Coderch decidió diseñar una chimenea que recordara las antiguas masías, donde el fuego se hacía en el suelo, siendo el centro de atención y reunión del hogar.
Este fue el origen de la chimenea Polo de grandes dimensiones. El diseño de esta segunda chimenea está marcada por la verticalidad estructural del tubo y su campana conformando un elemento compacto y que a su vez queda aligerado por la suspensión de la parrilla y el descanso en el suelo del cajón de cenizas.
Fotos: © Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ©José Antonio Coderch y Pinterest.