Neuroarquitectura: cómo el diseño de interiores transforma nuestras emociones y bienestar

La neuroarquitectura es una disciplina que combina arquitectura, neurociencia y psicología para crear espacios que no solo sean estéticamente agradables, sino que también influyan positivamente en nuestras emociones, salud mental y productividad. Aunque el término puede parecer reciente, la idea de que el entorno afecta nuestro comportamiento y emociones no es nueva. Lo que sí es novedoso es el respaldo científico y tecnológico que hoy permite medir cómo nuestro cerebro reacciona ante diferentes estímulos espaciales.
Desde finales del siglo XX y, con más fuerza, a partir de la década de 2000, esta área ha ganado relevancia entre arquitectos, diseñadores de interiores y urbanistas. Hoy, un nuevo actor está transformando este campo: la inteligencia artificial (IA). Gracias a ella, los profesionales disponen de herramientas que permiten medir, simular y optimizar entornos de manera inédita.
En este artículo exploramos los orígenes, fundamentos y aplicaciones de una disciplina que está cambiando la manera en que concebimos el interiorismo y decoración. Y así lo hemos visto en las últimas ediciones de Casa Decor.

De la intuición clásica a la ciencia moderna: orígenes de la neuroarquitectura
La idea de que los espacios influyen en nuestras emociones no es nueva. Vitruvio, en el siglo I a.C., ya defendía la armonía entre belleza, utilidad y firmeza. Sin embargo, la neuroarquitectura como disciplina surge formalmente a finales del siglo XX, cuando la neurociencia empezó a ofrecer datos cuantificables sobre cómo el espacio físico impacta en el cerebro.
Un punto de inflexión fue la fundación en 2003 de la Academy of Neuroscience for Architecture (ANFA) en San Diego, liderada por John Eberhard, exdirector del American Institute of Architects. ANFA impulsó la colaboración entre arquitectos y neurocientíficos para investigar, mediante tecnologías como la resonancia magnética funcional y el electroencefalograma, cómo el diseño de un espacio puede afectar la memoria, el estrés, la creatividad o la sensación de bienestar.
Pioneros como el arquitecto sueco Roger Ulrich demostraron que las vistas naturales aceleran la recuperación hospitalaria después de una cirugía, mientras Fred Gage, neurocientífico del Salk Institute, mostró que los entornos estimulantes promueven la neurogénesis, es decir, la creación de nuevas neuronas. También se han identificado áreas cerebrales, como el hipocampo y la amígdala, que reaccionan a la percepción de espacios abiertos o cerrados, modulando emociones como la ansiedad o la calma.
Estas investigaciones consolidaron la neuroarquitectura como disciplina científica.



La luz
La iluminación es probablemente el factor más poderoso en el diseño de interiores desde la perspectiva neuroarquitectónica. La luz natural regula nuestro reloj biológico y afecta directamente nuestros niveles de energía y humor.
Espacios bien iluminados con luz solar fomentan la vitalidad y reducen el estrés, mientras que una iluminación artificial cálida y regulable puede crear ambientes acogedores para el descanso. En oficinas o áreas de estudio, una luz blanca y clara estimula la atención y la productividad. Integrar ventanales amplios, claraboyas o incluso soluciones de iluminación indirecta son estrategias que, aunque sutiles, cambian profundamente la experiencia de habitar un lugar.



Colores que despiertan emociones y recuerdos
Los colores en el interiorismo no son solo una cuestión de estilo: son un lenguaje emocional que nuestro cerebro interpreta casi instantáneamente. Tonos azules y verdes evocan calma y conexión con la naturaleza, mientras que los amarillos y naranjas transmiten energía y optimismo.
En espacios destinados al descanso, como dormitorios o salas de estar, los tonos suaves y neutros pueden favorecer la relajación. En cambio, un estudio creativo puede beneficiarse de acentos vibrantes que estimulen la imaginación.
La neuroarquitectura sugiere usar el color como un recurso intencional, pensando en las emociones que deseamos despertar y no solo en las tendencias decorativas del momento.


Materiales y texturas
A menudo pensamos en el diseño de interiores desde lo visual, pero el tacto también desempeña un papel fundamental en nuestra experiencia.
Materiales naturales como la madera o la piedra aportan calidez y conexión con lo orgánico, mientras que las superficies metálicas o de vidrio generan sensaciones de modernidad y limpieza.
Las texturas suaves invitan al confort, mientras que los acabados rugosos pueden transmitir autenticidad o fuerza. Al mezclar distintos materiales, el diseño neuroarquitectónico busca estimular nuestros sentidos de manera equilibrada, creando espacios que resulten acogedores y memorables. La neuroarquitectura, en este sentido, entiende los materiales como un recurso sensorial capaz de reforzar emociones positivas en la vida cotidiana. Incluso detalles pequeños, como una manta tejida o una alfombra mullida, pueden marcar una diferencia emocional.


Distribución y fluidez
La organización del espacio es otro aspecto crucial. Un ambiente saturado de muebles o con recorridos incómodos puede generar estrés y sensación de encierro. Por el contrario, un diseño fluido, con zonas bien definidas y caminos claros, invita al movimiento y facilita la interacción social.
La neuroarquitectura también estudia cómo ciertos patrones, como la simetría o las líneas curvas, resultan más agradables para el cerebro. Por ejemplo, las formas orgánicas y las transiciones suaves entre áreas pueden hacer que un espacio se perciba más armónico y menos agresivo. En el hogar, esto puede traducirse en colocar estratégicamente los muebles para permitir la circulación natural y crear rincones que inviten a la calma o la creatividad.

Diseñar para nuestro bienestar
Más allá de la estética, la neuroarquitectura invita a pensar en el propósito emocional y funcional de cada lugar. En una oficina, esto podría significar incluir áreas para la colaboración y otras para la concentración profunda. En el hogar, podría implicar crear un rincón de lectura iluminado por la luz natural o un espacio flexible para el ejercicio y la meditación.
También destaca la importancia del contacto con la naturaleza, a través de plantas de interior, vistas al exterior o el uso de elementos biofílicos.
La neuroarquitectura aplicada al interiorismo subraya que estos gestos no solo embellecen el ambiente, sino que también reducen el estrés, mejoran el estado de ánimo y fortalecen el sentido de pertenencia. Al final, el objetivo es sencillo pero profundo: que los espacios donde vivimos y trabajamos contribuyan activamente a nuestra felicidad y bienestar.


Retos y perspectivas
A pesar de sus avances, la neuroarquitectura enfrenta desafíos. Uno de ellos es traducir datos neurocientíficos complejos en directrices claras para arquitectos y diseñadores. Otro es equilibrar las preferencias individuales con hallazgos generales: un color o una textura que relaja a una persona puede incomodar a otra.
Sin embargo, el futuro es prometedor. Con tecnologías emergentes como la realidad virtual y el eye-tracking, una tecnología que permite seguir y registrar hacia dónde miran las personas mientras observan un espacio, una pantalla o un objeto, qué elementos captan primero y qué zonas pasan desapercibidas, los profesionales pueden evaluar en tiempo real cómo reaccionan los usuarios ante un diseño antes de construirlo. Esto les permite crear entornos cada vez más personalizados y emocionalmente resonantes, es decir, espacios que despiertan sensaciones y emociones positivas en quienes los habitan.


